Dibujando flores en exámenes y dragones en espaldas


Autodefinirse como artista, al menos al principio, es una tarea tremendamente difícil. Son muchas las personas que cargan esta etiqueta como un peso casi infranqueable, provocando que la labor artística se vea interrumpida por la propia falta de una denominación correcta. Si no se reconocen artistas, todo se vuelve aún más difícil. Sin embargo Mayenne, una joven dibujante de Norwalk, Connecticut, no tiene este problema. Ella decide abrazar esta nomenclatura y llevarla con orgullo.
Su vida transcurrió entre Filipinas, Nueva York y Connecticut. Tres lugares que nutrieron su percepción de la vida y de su propia obra.
“Mi infancia tuvo mucho impacto en mi arte. Crecí en un pueblo muy pequeño, mi familia era muy pobre. No tenía acceso a los materiales que necesitaba, así que usaba lo que tenía disponibles, llegando a dibujar flores en el papel en el que rendía los exámenes, y metiéndome en muchos problemas debido a eso”, comparte. “Llegué a Nueva York cuando tenía 17, y tuve un shock cultural muy grande”.
Mayenne

Su conexión con el arte siempre fue muy evidente. Cuando era niña participaba en concursos de arte y siempre ganaba. Sin embargo, tal como sucede en muchas ocasiones, la labor creativa se vió desplazada por algo mucho más “rentable”. Y, en ese momento, fue el periodismo. Un trabajo sumamente creativo pero que no le permitió explotar al 100% su creatividad. “En ese momento escribir era más popular, y me convertí en periodista. También era buena en eso, estaba contenta. Pero pronto me di cuenta que no podía escribir lo que quería. Tuve muchos bloqueos creativos en ese sentido”.
Luego de cuatro años de trabajo periodístico, durante los cuales llegó a desempeñarse como editora en jefe, decidió renunciar para dedicarse al arte de forma full time. Su desencanto con el periodismo nace de este desfasaje de perspectivas: su interés por la creatividad y por desarrollarla de forma libre se vieron afectadas por la necesidad que tienen muchos medios de comunicación de enfocarse en los temas que generan más interacciones con la audiencia, muchas veces contrarios a los intereses de los propios periodistas. “No me gustaba seguir los límites que me imponían, no podía escribir lo que quería, no tenía libertad”, comparte.


La reconexión con sus primeros sueños y su infancia en Filipinas hizo que redescubra el arte, especialmente el dibujo, en su adultez. Ese reconocimiento y el apoyo de su familia la ayudaron a tomar la decisión de renunciar a su trabajo.
“Estoy agradecida de que a mi familia y a mis amigos les guste mi arte”, asegura. También comparte, entre risas, que su cuñado quiere tatuarse uno de sus dibujos en la espalda. Afirma que le tomó dos meses terminar esa pieza, y que no entiende muy bien cómo quedará en un tatuaje, pero que le encanta que esas cosas sucedan.

Sobre sus rutinas y su estilo, aboca por la flexibilidad, aunque prefiere dibujar durante el día con luz natural. Le interesan particularmente los retratos, siendo una de sus artistas preferidas Heather Rooney, una artista de retratos hiperrealistas. Para sus obras elige usar lápices de colores, y se divierte haciéndolas, un factor no menos importante.
Gran parte del autoconocimiento como artista viene acompañado del disfrute de la propia labor. En estas instancias de reconexión con los primeros sueños y de redescubrimiento de la práctica, se hace presente esa libertad que Mayenne no encontró en el periodismo: la libertad de crear sin ataduras, sin deadlines y sin presiones. “Estoy encontrando mi propio estilo”, concluye. Una tarea que quizás tome tiempo, pero cuyo camino disfruta. Y eso es lo más importante.