Alba, primera luz del día que precede el sol y lo anuncia. Período de tiempo que saca el mundo de la oscuridad y lo tiñe de una luz nueva, intermedia, que devela las formas, los colores, las texturas ocultos en la oscuridad.
Alba Triana parece seguir su nombre como una indicación, como quien tuviera la misión de despertarnos y mostrarnos cosas del mundo que no conocemos.
La conozco a raíz de mi encuentro con el curador Eugenio Viola que en ese momento exponía una muestra de Alba Triana en el MAMBO, museo de Bogotá que él dirige. Cautivan mi atención unas lineas, dibujos rojos perfectos, simétricos como mandalas, diferentes unos de otros y que parecen bailar y transformarse en el vacío.
Alba Triana nace en Colombia en una familia atravesada por la música y la poesía. De niña cultiva preguntas esenciales, toca el violín y ama las matemáticas como ciencia reveladora de lo que no puede ver.
Terminados sus estudios la vida la lleva a Miami donde trabaja como compositora hasta que un evento le impide llevar adelante sus actividades. Presa de una fuerte frustración, decide contratar un asistente a quien darle indicaciones. Con mayor tiempo a disposición y la libertad de sentir que no estaba trabajando se dedicó a una búsqueda más personal; inició a experimentar, dando cabida a las preguntas que siempre la habían acompañado: ¿qué es lo que aplica y gobierna el todo? Experimenta con la vibración natural de los objetos sin preocuparse por delimitar las esferas de la ciencia y las del arte, en un trabajo holístico come lo fue su educación.
Siguiendo ese proceso se da cuenta de estar haciendo obra, y que alguna de ellas ya estaban terminadas. “De ahí surgió la serie Música en una cuerda templada. Hay un parlante y una cuerda que está atada en dos puntos, como un instrumento de cuerda, pero en lugar de que uno escuche un sonido que emite el instrumento, el sonido se ve. Luego decidí incorporar luz, y hacer piezas en las que interactuaban ondas de sonido visible con ondas de luz, generando una experiencia de contemplación de unos paisajes vibracionales a los cuales usualmente no tenemos acceso»
El arte es para todos, dice Alba Triana, y que tiene que ver con la interconectividad, función que esta muy enraizada en la naturaleza. La artista nos dice que todo vibra, aún aquello que percibimos como sólido, vibra y es fundamentalmente activo. “Siempre he creído que el arte es un vehículo que está profundamente relacionado con esta interconexión, que el arte es algo que le permite a uno conectar, de una manera muy profunda, con aspectos de la existencia a los que normalmente no podemos acceder”.
Luego de haber trabajado con los objetos, creando las condiciones para que vibren naturalmente y revelando éstas vibraciones, la artista trabaja ahora con la vibración humana. La pieza se llama Yo vibrante y va a ser presentada en septiembre en el Ars Electronica Festival en Austria.
“El arte es inevitable. Hay cosas que el ser humano hace porque forma parte de su esencia. Es inevitable que nosotros necesitemos establecer una conexión profunda con lo que somos”.