
Hasta el mes de septiembre, se realiza la exhibición “Vivian Maier- Color work”, una selección de cincuenta y cinco fotografías a color realizadas por la fotógrafa estadounidense Vivian Maier (1926-2009). En ellas, se destaca la vida urbana como tema central y se construye una mirada detallista y sensible sobre lo cotidiano. Así, la muestra nos permite adentrarnos en la vida y obra de esta mítica artista neoyorquina, cuyo acervo fotográfico fue descubierto y rescatado del olvido de manera azarosa.
A gran escala, la obra fotográfica de Vivian Maier resulta interesante no solo por su indiscutible talento artístico, sino también por el misterio en torno a su figura. Por un lado, Maier no ejerció la fotografía de manera profesional, sino que trabajó como niñera toda su vida, actividad que le permitió circular por las calles de manera frecuente y costear la compra de insumos fotográficos (como su cámara Rolleiflex).

Por otro lado, su amplio acervo, que incluye fotografías blanco y negro y color realizadas desde la década de los cincuenta hasta fines de los 90, permaneció oculto hasta su muerte. Maier, reacia a mostrar su trabajo, mantuvo su labor fotográfica en el anonimato, hasta que el destino se interpuso. En el año 2007, un joven fotógrafo y director cinematográfico estadounidense llamado John Maloof, compró sus negativos en una subasta y, posteriormente, hizo públicas las imágenes a través de un blog.

En el material encontrado se destaca la labor de Maier como fotógrafa callejera. Su mirada ágil descubre los detalles de las ciudades (principalmente de Nueva York y Chicago) y de los transeúntes. De manera general, las composiciones armoniosas de Maier destacan los contrastes de la ciudad: la alta sociedad y lo marginal, la inocencia de los niños y la muerte, los edificios majestuosos y las obras en construcción, la multitud y la soledad. En el material a color, las tonalidades explotan y se mezclan con el espacio y los objetos. La ciudad, los transeúntes, flores, globos, diarios, afiches y prendas de vestir se condensan en imágenes magnéticas, sensitivas y con sutilezas humorísticas, que dialogan con el material de renombradas fotógrafas de la época, como Diane Arbus o Lisette Model. A su vez, su acervo se nutre de autorretratos, muchos de ellos frente a espejos, tanto en la vía pública como en espacios cerrados, que pueden leerse como parte de un trayecto exploratorio personal.
En la exhibición, las fotografías se dividen en dos salas: por un lado, sus fotografías urbanas y, por otro, sus autorretratos. Esta decisión curatorial produce un diálogo entre la esfera pública y privada, que permite aproximarnos de forma fragmentaria a su vida y establecer un juego de espejos. Para empezar, Maier retrata sujetos anónimos, que reflejan su propia invisibilidad, y los destaca de la multitud por alguna razón (vestimenta, relación con el espacio, gestos). Así, la autora ve más allá de la muchedumbre, del caos, del ir y venir, siendo ella misma un sujeto anónimo. Su mirada sensible y acurada pone en el centro a otros, mientras ella decide mantenerse en los márgenes de la escena o sugerir su presencia a través de sombras; en cambio, sus autorretratos frente a espejos permiten reafirmarla y colocarla en el lugar de autora.

Precisamente, el hallazgo de Maier fue casual y nombrarla como fotógrafa es una reivindicación post-mortem, que parte de la decisión de sus descubridores, admiradores de su obra y, luego, del campo del arte. Por esta razón, sus fotos pueden despertar interrogantes y plantear cierta tensión o incomodidad: si bien Maier pone en escena a aquellos sujetos que pasan desapercibidos, nosotros, como espectadores, estamos completando la obra de una artista que no quería ser distinguida ni reconocida.
En su reconstrucción biográfica no se encuentran intentos frustrados por publicar su obra o realizar exhibiciones en museos, sino que la propia Maier, con total autonomía, decidió mantener sus fotografías en la esfera privada. Por lo tanto, es difícil discernir sus motivaciones u objetivos respecto a su labor y su posible reacción frente a la divulgación de su obra, aunque el documental Finding Vivian Maier (dir. John Maloof, 2014) trace algunos indicios.

Así, resulta paradójico que una persona tan reservada en torno a su trabajo fotográfico, se haya convertido en un fenómeno mundial por su causa. Sin embargo, sus negativos no fueron desechados, sino que ella los conservó de manera óptima y permanecieron a disposición de quien pudiera (y quisiera) encontrarlos. No solo la mirada de Maier construye imaginarios en torno a los sujetos fotografiados, sino que también la mirada de Maloof reconstruye la figura de Maier, a partir de una selección de su obra y de una aproximación fragmentaria. Entonces, sumergirse en la obra de Maier equivale a sumergirse en un intercambio de miradas y de encuentros constantes. Como si estuviéramos jugando a las escondidas, el cruce casual de miradas y sujetos dota de magia a las fotografías.

Hasta el 12 de septiembre se realiza la exhibición “Vivian Maier-Color work” en FOLA (Fototeca Latinoamericana). Para poder asistir, es necesario reservar un turno a través del siguiente enlace https://fola.com.ar/reserva-de-turnos/ o en la institución, además de cumplir con las medidas de protocolo y prevención dispuestas. FOLA se encuentra en Godoy Cruz 2626, Palermo, y abre de lunes a domingo (miércoles cerrado) de 12 a 19 hs.
Podés conocer más de Vivian Maier en http://www.vivianmaier.com/