EL ARTE DE FLUIR Y TRANSMITIR EL SER INTERIOR
Durante los últimos años, la artista chilena ha desarrollado un gran trabajo artístico de la mano de la pintura; técnica a través de la cual devela al espectador parte de sus emociones y pensamientos, de manera íntima, honesta y abstracta, pero, a la vez, llena de sentido.
Isidora Montero
Cerca de 5 años le tomó a la gran artista chilena Francisca Valenzuela desarrollar la muestra “Disolución y Nacimiento”; una diversa colección de 14 pinturas, de mediano y gran formato, que fue presentada al público a mediados de 2021 en galería La Sala, en Santiago de Chile. Esta diversa y colorida muestra llegó a los ojos del espectador en tiempos aún caóticos, en los que la ciudad recién salía adelante tras los confinamientos a causa de la pandemia por Covid-19, y el arte comenzaba a despertar y nuevamente capturar las curiosas y deseosas miradas del público.
El caos, la abstracción, las emociones a flor de piel, y los pensamientos tormentosos e inquietos de aquellos días de encierro cobraban enorme sentido a través de la obra de Valenzuela; un trabajo muy diferente a los presentados anteriormente por la artista y a través del cual la creadora se muestra reflexiva, carente de adornos, fluida y desbordante de contenido. Un trabajo íntimo, libre y sin restricciones.
Y es que, a través de esta investigación y gran trabajo de Valenzuela, la artista logra dar cuenta de su propio proceso como artista y frente a la pintura, de una manera sumamente personal. Es así como el espectador se enfrenta a una obra renovada, a través de la cual la artista sintetiza, limita y restringe, para luego develar lo esencial: una dualidad entre lo que ve a su alrededor y todo lo que siente y piensa en su interior.
El destacado artista y poeta chileno Raúl Zurita se refiere de manera muy especial al trabajo de Valenzuela, planteando que “el gran tema de la obra de Francisca parece haber emergido desde un fondo casi inaprensible, como si se hubiese inmovilizado exactamente en el instante de su visibilidad para luego deshacerse y formar parte de los infinitos espacios donde la mirada no existe y que nos están vedados desde siempre”, describe.
EL ARTE, LA PERSONA Y EL CONSTANTE CAMBIO
Valenzuela cuenta que su acercamiento a la pintura fue muy similar al de otros artistas: “Pensándolo bien, creo que partí como muchos, de la mano de la escuela, en donde te enseñan a pintar la realidad o descifrarla a partir de la pintura, junto con el dibujo y algunas técnicas ya clásicas dentro del mundo de arte”. Sin embargo, gracias a la experiencia, el desarrollo artístico y la madurez en lo personal, “fui derivando, de manera muy natural, hacia algo más íntimo, describiendo mis sensaciones cuando veo o siento algo, y plasmando cómo la vida va pasando a través de mí”, describe la artista.
Esta nueva forma de ver el arte y su existencia se transformó en un “camino bien personal, en el que he intentado ser muy auténtica con mi persona, profundizando en cómo me veo a mí misma”. Utilizando un poco de psicoanálisis, la artista quiso llegar a ser lo más real y única posible, como persona y como artista. En ese sentido, Valenzuela confiesa que “siempre estoy mirando nuevas técnicas y maneras de pintar a partir del trabajo de otros artistas. Es una forma de seguir vigente con lo que pasa en el mundo del arte. Sin embargo, hoy en día mi pintura es cada vez menos figurativa; ya no trato de aparentar o demostrar lo que sé y lo que veo. En mis cuadros hay muchas imágenes, y así es el mundo interior. Me di cuenta de ello cuando comencé a mirarme y fue ahí cuando decidí que no podía quedarme describiendo y retratando lo que veía si no me veía a mí misma y mi mundo interior”, explica la artista.
Este cambio en la forma de ver y sentir la pintura no es ajeno a la forma de trabajar de la creadora, licenciada en Arte de la Universidad de Chile y de la Corcoran School of Art de Washington DC. A lo largo de su amplia trayectoria, su trabajo ha estado marcado por una incansable exploración con el material y el color; un viaje personal caracterizado por una gran libertad de acción y desarrollo a través de los matices. Es así como, en palabras de la propia artista, “entre el caos y la técnica se deviene mi arte”, de una forma profunda y llena de contenido.
En este viaje personal, Valenzuela se enfrentó a un nuevo desafío. “Me di cuenta de que lo que había estudiado a lo largo de los años lo manejaba mucho y lo repetía, como una fórmula aprendida que me funcionaba bien. Pero lo pensé bien y me dije que tenía que dar otro salto y experimentar más”, explica.
La fuerza de la pincelada y la energía que emana de cada gesto en intensos colores es lo que captura la mirada del espectador a la hora de enfrentarse al arte y la pintura de Valenzuela. No obstante, a pesar de su seguridad a la hora de marcar cada trazo y de completar de colores cada rincón del cuadro, la forma de ver el arte de la artista no es otra cosa que dejarse llevar por la intuición, permitiendo que esta confusa y poderosa fuerza tome la batuta y determine la atmósfera, el sentir y la forma de ser del cuadro.
En ese sentido, Valenzuela describe su forma de pintar y de enfrentarse a un nuevo lienzo como “una no programada, cero ligada a lo cerebral. Si bien mi taller está en Santiago, es un lugar privilegiado a los pies de la montaña que me permite encerrarme en mí misma y meterme en un mundo bien personal”. Es allí, en ese rincón de su mente, en donde “experimento, dejo fluir, hago embarradas, y pruebo con la mancha y la veladura. Es un trabajo muy intuitivo, en el que no hago bosquejos y me alejo del todo de la planificación”, relata.
El deseo de reflejar lo que la artista tiene a su alrededor y los paisajes a los que se enfrenta también se exponen en su pintura, en especial a la hora de retratar la presencia del ser en un estado esencial, puro y sensible. Un alma viva en medio del caos y la abstracción que también se mantiene presente dentro del cuadro, creando una imagen única. “La idea del retrato siempre está presente en mi trabajo, y vuelvo a ella ya que, de alguna manera, es como mirarme a mí misma. Muchas veces las imágenes que plasmo se parecen a mí, y creo que eso es lo bello del retrato: una forma de mirarme desde afuera, mientras me enfrento al arte de la pintura”, agrega Valenzuela.
Hoy en día, la artista sigue nutriéndose de sí misma, pero también de otros, a la hora de enfrentarse a un nuevo lienzo: “Desde siempre que estoy viendo y siendo parte de talleres de Historia del Arte, en los que puedo conversar y aprender de otros. En lo personal, creo que ya aprendí las técnicas para trabajar, el resto es mi experimentación constante, la conversación con otros artistas y los cuestionamientos que surgen de ellos y de los espectadores. En ese sentido, me pongo el pie forzado para hacer cosas distintas y jugar con lo que todavía no manejo”, concluye.