de ahora, del hombre maduro y de la joven que nos mira con expresividad inusual. La intensidad femenina no se obtiene sólo con el acierto de los materiales empleados, ni con la astuta y logradísima combinatoria de lo que se realiza con la mano, con los cálculos, con el manejo virtual, individualmente y en grupo, especialmente en grupo. Hay más.
Otras obras nos parecen excepcionales como los paisajes, el verdor del campo, de la selva, verdadera naturaleza primigenia hecha de fotografía intervenida, de árboles que son troncos, de masilla que simula árbol o tronco, húmeda, gruesa, negra. ¿Qué decir de los cráneos? No necesitan diamantes. Lo que asombra son los castillitos que se escapan de los dientes prominentes, de la quijada sin carne a la vez que atemorizan, a no dudarlo, los huecos que en los humanos alberga al ojo y que es aquí oscura caverna. En otros espacios del cráneo aparecen secciones pulcramente delimitadas como las divisiones de nuestro campo, trabajadas con exitoso esfuerzo, mientras que en otras partes de esta singularísima geografía aparecen imágenes fragmentadas encabalgándose con superlativo delirio; entre tantos, la rueda y la bicicleta y el inolvidable hombre dormido (¿el mismo Berni?) que quizás sueña con un barquito muy lejano que se avecina. Fragmentos incontables en descomunal desborde. ¿Qué conclusión sacamos? Alguna que nos interesa directamente referida a una posible teoría del arte y de la imagen, siempre en discusión. Estas obras parecen poner en entredicho el universo de la figuración. La ficción tambalea donde el tronco es tronco junto a la masilla húmeda que emociona. Una joven integrante del grupo creo me dijo, en lo de Orly, que se podía incluso arrancar del trabajo que es un cuadro y un cuadro que rehúsa las condiciones tradicionales de la representación. Una obra que inventa. Teniendo en cuenta que es fin de año, realmente una muestra auspiciosa.
Revista Magenta
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