El 13 de junio a las 20 hs. inaugura la exposición de Rosemarie Allers titulada “Picnic en el precipicio”, curada por Jorge Taverna Irigoyen en el Museo Municipal de Artes Visuales de Santa Fe, San Martín 2068, ciudad de Santa Fe.
En el prólogo del catálogo, Taverna Irigoyen traza una reseña sobre esta muestra antológica que recorre los períodos más significativos de la artista.
ROSEMARIE ALLERS
Frente a la vida
¿En dónde cargan energía los cuerpos? ¿En qué medida los miembros responden a las ideas? ¿Somos dueños absolutos de nuestros actos? ¿Qué testimonia una vida?
Rosemarie Allers trabaja la figura humana como una indagación penetrante. Desde la plasticidad de las formas, desde el entronque y la pulsión que esas formas generan sobre un plano no concesivo, busca desentrañar los cuerpos, sus fuerzas, los encuentros que sugieren la plenitud del amor, la soledad sin nombre. La poética de esas formas –más allá de leyes morfológicas u otros presupuestos compositivos- impulsa a Allers a no detener su desentrañamiento, a ahondar más y más en el frenesí de sus campos de color, a redimensionar la síncopa de sus líneas indagadoras.
Picnic en el precipicio titula esta muestra antológica de obras que testimonian últimos años de su quehacer. La cuestión del título reside tal vez en esa razón de la sinrazón que a veces rotula a la existencia. Ese sentimiento de vacío y, a la vez, de compromiso que no se alcanza o no se sabe cómo satisfacer; y sin embargo, la plenitud de una celebración: el vivir, el disfrutar de una existencia, el renovar los vínculos que la generan.
Rosemarie Allers trabaja desde una gestualidad fuerte, que expande vitalismos. Las suyas son figuras animadas de tiempo, cuerpos que se enlazan en un espacio conciliador. En tal orden, esas figuras construyen dicho espacio, le dan dinamismo y carácter, entran en una simbolización de lo femenino, sin cerrar la ventana universal del encuentro. En sus áreas de líneas contrapuestas y a la vez enlazadas en la dinámica dibujística, la artista va de lo contradicción a la incertidumbre, de la definición expresiva al desborde. Por ahí se trasluce, entonces, esa ambición tan suya de arribar a una abstracción dentro del realismo, sendero que se advierte en no pocas de sus formulaciones en las que, sin desaparecer como formas, las mismas se transforman en energía pura.
Rostros y perfiles suman sus improntas exasperadas, sin pactos posibles. Óleo, carbonilla, manchas que sublevan el plano, dan al mismo una cierta temperatura que escapa a las convenciones, como si por ahí pasara el sentimiento de una sociedad en crisis. De ahí sus mujeres encendidas, mujeres incendiadas, que comparten una metáfora de indiscutible fuerza expresiva. ¿El cuerpo como valor de cambio? Quizá, pero tal vez el antropocentrismo que, fuera de catalogaciones superfluas, da nombre a todo lo que sucede sobre el orbe.
Allers no necesita mucha materia para caracterizar sus campos de color. Sobre los cuerpos que a veces fugan de sí mismos, sólo algunos toques certeros de rojos o azules que, a más de definir un contorno, dan profundidad y goce perceptual al plano. En sus dibujos quizá cabe otro camino, no fórmula, para que la escena propuesta adquiera poder paródico en sus trasfondos y emerja.
Artista que ama su lucha, que se desafía sin tregua, su obra ha sido exhibida en importantes centros culturales del país, en Alemania, Holanda, Italia, Japón y países de América del sur. En todos los ámbitos ha contagiado el interés por ese desentrañamiento tan suyo, irrenunciable, frente a la vida.
J. M. Taverna Irigoyen
Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes
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