Lo indomesticado doméstico consiste en una serie de obras de 19 artistas argentinos de los 90 que no fueron exhibidas públicamente en los últimos 25 años. Entre el extrañamiento y la cotidianeidad, la muestra expone el arte de la década sin olvidar la particularidad y la diversidad de cada obra.

La muestra Lo indomesticado doméstico, curada por Gonzalo Aguilar, recopila una serie de obras centrales de artistas icónicos de los noventa que no fueron exhibidas públicamente en los últimos 25 años. Estará en Herlitzka + Faria, Libertad 1630, hasta el 1 de noviembre de lunes a viernes, de 11.30 a 19 horas. Los artistas que participan de la exposición son Sergio Avello, Elba Bairon, Nicola Costantino, Martín Di Girolamo, Leandro Erlich, Raúl Flores, Rosana Fuertes, Mónica Girón, Diego Gravinese, Miguel Harte, Alicia Herrero, Fabio Kacero, Alejandro Kuroptwama, Fernanda Laguna, Benito Laren, Lux Lindner, Daniel Ontiveros, Marcelo Pombo y Román Vitali.
Alejandro Kuroptwama Daniel Ontiveros Mónica Girón
“La idea de que a cada época le corresponde un estilo bien podría ser una superstición. ¿Existe un arte de los 90 o se trata de una denominación arbitraria como aquellas que evocaba Borges irónicamente al clasificar a los animales en aquellos que “pertenecen al emperador”, los “innumerables” y “los que de lejos parecen moscas?”, se pregunta Gonzalo Aguilar en el texto que da pie a la muestra.
Alicia Herrero, artista argentina que trabaja con asuntos relativos al lenguaje, la economía, el derecho y el género, describe esta década como el momento en el que empieza a desestabilizarse el género de la pintura, lo artesanal y el objeto. Considera que fue tanto una época intensa de trabajo en instituciones, como el auge de una movida contracultural. Además, el menemismo posibilitó que aumentaran las posibilidades de viajar y así, comenzaron a funcionar las primeras residencias artísticas.

Raúl Flores, fotógrafo cordobés, destaca que la escena porteña de los años 90 es irreproducible ya que fue la primera generación que se formó post dictadura militar. Aparecieron artistas gestores con el trabajo de rearmar la escena, y cobraron mucha importancia los programas de formación. Es una época marcada por la creación de galerías dedicadas a promover artistas jóvenes, en especial el Centro Cultural Rojas. A su vez, fue la primera vez que la fotografía se insertó en la escena contemporánea como una pieza más.

También, era un momento ideal para experimentar: “La aventura es una característica de la época”, comenta Flores en el canal de Youtube de Herlitzka+Faria durante una conversación con Aguilar. “No teníamos la enorme responsabilidad de estar representados por una galería y esa inconsciencia está reflejada en la producción. Cuando se reúnen un montón de piezas en la muestra se ve con claridad que no tenía la intención de profesionalizarse e instalarse en la producción internacional”. Sumado a esto, producto de las privatizaciones, hubo un auge de fundaciones que propulsaron en Buenos Aires la circulación de curadores internacionales.

De frente tierras de la Patagonia, escultura de Mónica Girón, evoca su intención de hacer arte como proceso exploratorio de su cultura. “Yo nací en un lugar que no tenía nada de tradición, un pueblo nuevo en el medio de la Patagonia. Sobre esa circunstancia me di cuenta que podía hacer obra más allá de la sensación de la tragedia del territorio. Fui construyendo trabajos sobre la identidad cultural y de amor al lugar donde uno vive”, comenta acerca de su obra, en Herlitzka+Faria TV. Además, destaca la falta de generación que vivieron, la necesidad de reconstruirse, ser “superhombres y supermujeres”, ser resilientes, viajar, dar clases, montar, escribir, todo sin parar. “Lo que tengo de recuerdo es que era todo posible, era tal nuestra esperanza, nuestro amor por el trabajo y el hacer, que era todo posible”.

Según estos artistas, esperanza, reconstrucción y trabajo, son algunos de los temas que marcaron la década de los noventa. “Frívolo”, “banal”, “festivo”, “gay”, “doméstico”, “kitsch”, “decorativo”, son términos que según el libro Artistas argentinos de los 90, citado en el texto curatorial, caracterizan el arte del período. Ideas variadas y hasta contrapuestas que explican la convergencia de piezas domésticas y obras peculiares, del choque entre lo íntimo y lo global. El cisne en miniatura de acrílico y brillantina de Fernanda Laguna, junto a la casa baleada de Diana Teruggi, perteneciente a Montoneros, pintada por Daniel Ontiveros. O la fotografía de Alejandro Kuropatwa de los caireles de cristal, poético, calculado y majestuoso, en el mismo espacio que la obra pop de Rosana Fuentes, la cual esconde una crítica social detrás de las imágenes infantiles de Mickey Mouse.

La contemplación de estas obras variadas, fragmentadas, discontinuas, bien podrían representarse en la obra de Miguel Harte, Túnel en el magma de Martilux. Su superficie craquelada, de capas infinitas, contenedora de un secreto encapsulado en el centro, parecen evocar el complejo mundo interior de Lo indomesticado doméstico.