Hasta mediados de noviembre, se realiza la muestra colectiva “La belleza de las formas”, que reúne más de cien fotografías en blanco y negro realizadas por alumnos de la Escuela de Fotografía de Autor de Diego Ortiz Mugica. La exhibición, que se lleva a cabo en FOLA, surge luego de más de un año de enseñanza a distancia, en el que la virtualidad propuso nuevas formas de mirar, de acompañar e intercambiar saberes. De esta manera, los efectos y limitaciones de la pandemia sirvieron como impulsos para la creatividad y disparadores de interrogantes, que evidencian el vínculo sanador y la potencia del arte.
El montaje de la muestra, que se divide en dos salas, devela el carácter intimista e introspectivo de las obras que, a su vez, es reforzado a partir del título de la exhibición. Si bien el término “formas” puede remitir a la idea de apariencia externa de algo, al mirar las fotografías este concepto se expande. Las formas geométricas, espaciales, corporales, naturales y vinculares cobran matices y encuadres que potencian las reflexiones críticas en torno a la existencia y ahondan más allá de las superficies. Así, las fotografías que integran la muestra construyen una mirada poética y minuciosa sobre la totalidad de las formas, que permite explorar la belleza de los instantes.
Por un lado, las fotografías de paisajes nos enfrentan con la magnitud del espacio a través de planos generales y de la incorporación de la figura humana, que enfatiza la sensación de lejanía. El movimiento de las aguas, los cielos estrellados y las texturas de los suelos constituyen fragmentos de un tiempo inmensurable y de cambio constante, que trasciende la simpleza de lo cotidiano.
Sin embargo, en otras fotografías la sintonía entre cuerpos y paisajes se desarrolla a partir de procesos de mímesis, en los que el cuerpo se funde en el espacio como si fuera una matriz. Así, la naturaleza se transforma en una metáfora, que simboliza la convivencia entre el mundo interior y exterior: las pieles como constelaciones, la tierra y el agua como refugio, las flores abiertas sobre espaldas desnudas como la fragilidad de lo íntimo.
Por otro lado, los espacios citadinos se construyen a partir de la desconexión, tanto de los sujetos como de las construcciones geométricas, atravesadas por líneas que no se unen. La distancia impuesta separa de otros, a la vez que la soledad obliga a indagar en la propia subjetividad. Las ausencias dominan y resignifican los espacios comunes (bibliotecas, calles, aeropuertos), mientras que éstas se anulan en los espacios personales, en la propia casa, que se convierte en el lugar de la mirada introspectiva y del contacto físico con otros. Del mismo modo, los retratos nos permiten mirar a los ojos y reparar en los detalles, en los surcos de las pieles y en el brillo y nobleza de la mirada ajena, acto que refuerza la importancia del intercambio en el vínculo humano.
A su vez, esta idea discurre en la relación clave entre el artista y el público, ya que es este último quien reinterpreta y completa la obra. Al respecto, una de las fotografías menciona a Tarkovsky y nos permite recuperar los conceptos del cineasta ruso en torno a la recepción del arte. En el libro Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovsky afirma que “el arte se dirige a todos, con la esperanza de despertar una impresión que ante todo sea sentida, de desencadenar una conmoción emocional y que sea aceptada”. De esta forma, “La belleza de las formas” es una invitación a traspasar los límites racionales y explorar la propia sensibilidad, en un despertar interno frente al cual la lucidez de las palabras es insuficiente.
Como espectadores, traemos al presente las fotografías, al mismo tiempo que nos fundimos en el pasado de la toma. Así, cada imagen nos sumerge en nuevos universos y temporalidades, en las que el lado mágico de la fotografía reverbera. La sensibilidad autoral nace en cada cuadro y demuestra que a pesar de la distancia física, el vínculo con otros puede completarse a través de la mirada.
Información: La muestra colectiva “La belleza de las formas” puede visitarse hasta el 21 de noviembre en FOLA (Fototeca Latinoamericana). FOLA se encuentra en Godoy Cruz 2626, Palermo, y abre de lunes a domingo (miércoles cerrado) de 12 a 19 hs. Entrada general: $200.
Artistas expositores:
Agnes Lanfranco, Alejandra Barbieri, Alejandra Clemente, Aline Karagozlu, Ana Miró, Andrea de Tomaso, Mister Rienzi, Carolina Canziani, Cecilia Roca, Lola Garcia Berro, Eugenio Levis, Esau García, Fabián Arias, Felicitas Bonino, Florencia Wertheimer, Francisco Kitzberger, Guillermo Napoli, Guillermo Sánchez, Gustavo Dragonetti, Hugo Córdova, Hugo Iezzi, Ignacio Bustamante, Ignacio Cremona, Jandri Blaquier, Juani Rosasco, Laura Bezzato, Liliana Ferrari, Lola García Berro, Lucas Dorado, Lucía Zirolli, Marcela Zagni, María Azpiroz, María Inés Vidal, Mariano Micheli, Marisa Brachet Cota, Martina Curia, Masako Kano, Mateo Kitzberger, Mauro Abbondanza, Mauro Ochoa, Miranda Moreno, Osvaldo Mazza, Pablo Lázaro, Pablo Miñarro, Pamela Quirino, Patricia Pijoan, Peio Lacau, Santiago Gómez Roca, Saúl Zang, Sofía Estrada, Tamara Bagnati, Victoria Saavedra y Ximena Matienzo.
Siempre me ha fascinado la manera en que muchos fotógrafos son capaces de capturar las emociones de la gente a través de la cámara, algo que no todos somos capaces de hacer al fotografiar a alguien. Lo que me gusta de esta exposición es la profundidad de sus imágenes, la manera en la que los retratos parecen hablarte.
Una hermosa exposición, lástima no poder verla en persona.