Un recorrido actual por las instalaciones de la Escuela Técnica Fernando Fader en el barrio porteño de Flores, revive la felicidad de haber sido parte de su historia reciente.

Cruzar las rejas del Pasaje La Porteña 54 es un viaje en el tiempo. Ya no está la Sra. de Claret para controlar el ingreso. Eran tiempos de uniforme con vincha, pelo recogido y falda a la rodilla.
Las originales cabelleras, tatuajes e indumentaria hablan de liberad e individualismo aunque en el conjunto no se diferencian demasiado de nuestra rebeldía.


La estructura principal de la mansión fue ampliada en respuesta a la creciente demanda de vacantes. Dentro de muy poco un nuevo edificio será anexado para comodidad de los más de 3000 alumnos que asisten en los tres turnos.
Alejandro Vetere, actual director, recibe a este pequeño grupo de egresadas y oficia de guía por sus eclécticas instalaciones.
El edificio principal funciona en lo que originalmente era el Palacio Las Lilas, de estilo Tudor. De sus bellos jardines tantas veces representados, queda un magnolia en flor. A su vez, nuevas aulas y talleres bordean los dos patios contrastando con el antiguo aljibe, objeto de innumerables leyendas.


Una pintura de Fernando Fader corona la secretaría, enfrentada con un cuadro del reconocido artista Ciruelo (ex-alumno) en la Dirección. El vitral central se mantiene intacto al igual que la gran escalera de roble que conecta con el primer nivel. Un friso de ángeles evoca la grandeza de otras épocas al igual que el hogar del hall central.


Como era de imaginar, la tecnología está incorporada al nuevo programa de estudios que ofrece interesantes carreras, siempre vinculadas al diseño y al arte en todas sus expresiones. Docentes de excelencia hablan de la calidad educativa.
La curiosidad y espíritu de investigación que flota en el ambiente generan la sinergia que distiende e inspira. Todo fluye espontáneamente, ya no hay distancia entre el ayer y el hoy.

Ha de ser la semilla que se va gestando entre nuestros futuros creativos.