PERMANENCIA CONSTRUCTIVA
Inauguró la exposición de Ary Brizzi titulada «Permanencia Constructiva» en la galería Hoy en el Arte de Teresa Nachman en calle Juncal 848, Ciudad de Buenos Aires.
En un breve texto de María José Herrera que acompaña la muestra, señala el cambio conceptual en la obra de Brizzi como precursor del arte geométrico en nuestro país.
LA GEOMETRÍA DEL PAISAJE
por José María Herrera
Cuando en 1951 Ary Brizzi egresó de la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto De la Cárcova”, el aún joven arte geométrico estaba entrando en una segunda fase, la de la liberación de la ortodoxia del arte concreto. Distintas vertientes que se agrupaban en la asociación llamada Arte Nuevo proponían borrar los límites entre la pintura, la escultura y la arquitectura y desembocaban en el estudio del movimiento. Por esa vía iba Brizzi que luego de explorar un tipo de figuración sintética inspirada en el muralismo mexicano, trabajó la geometría no solo en el plano artístico sino también en el del diseño gráfico. Así, hacia 1958 -año en que se presentan en Buenos Aires las obras de Víctor Vasarely que venían de participar de la Bienal de San Pablo- varios jóvenes artistas, entre ellos Brizzi, encuentran en la obra del francés sorpresa pero también coincidencia con la propia. La metodología de la serie, el estudio de las leyes de la visión y el movimiento virtual o real, habían dotado a la geometría de un interés nuevo y atractivo. Unir todas las artes, desmitificar el objeto único, dirigirse a un ojo universal que “sabe” aunque no “aprendió”, era parte de las intenciones comunes. Al mismo tiempo que los argentinos en París -los artistas del GRAV- las telas de Brizzi, Polesello o Espinosa, a fines de los cincuenta jugaban con la oposición de tonos y formas inestables que daban inicio al arte óptico.
Eran épocas del desarrollismo económico, del aumento exponencial de la clase media, la modernización y la alianza dinámica en la que arte e industria apostaban a un presente de crecimiento para un futuro de masas. Para lograrlo, experimentar era la consigna. Desde entonces Brizzi se inclinó por buscar materiales que expresaran sus distintas imágenes. Aquellas que hablaban “al hombre en sus posibilidades sensibles y perceptivas”, e impulsan el “juego creador ilimitado que nos ofrecen los materiales tradicionales, actuales y futuros”. Esferas desenvolviendo sus radios de vidrio templado en las tres dimensiones, estructuras de acrílico cuyas afiladas aristas brillantes conducen la mirada más allá del volumen, objetos que se “corporizan” por la suma de luces, fueron algunas de las variantes que la transparencia le permitió explorar. También un mundo de destellos, color y belleza accesible hizo de los “múltiples” de acrílico, una moda para la decoración y la indumentaria que proyectaba y democratizaba los alcances del arte.
A esta geometría de ritmos y movimiento la sucedió a principio de los setenta, lo que la crítica denominó como “geometría sensible”. Haces que penetran los planos para deshacerse y confundirse con él, evidencian un uso más naturalista de la luz que hasta entonces había sido ajeno a este tipo de pintura heredera de la rigurosidad constructiva del arte concreto. Obras como Fotones I o Irrupción 2, transportan la sensación ambiental, curva y envolvente de un paisaje, a las estrictas rectas de la geometría. El color se baña de atmósfera, se aleja o acerca por la magia de su temperatura o grado de luz. El espacio nace y vive en la ilusión que Brizzi crea con el virtuosismo de su paleta. El efecto hipnótico que producen esos sutiles rayos que se descomponen y cambian de rumbo para renacer en otro plano aparentan un orden, el del fenómeno físico de la reflexión de la luz. Sin embargo, cuanto más se contemplan develan la faz simbólica que inspiran, la cosmogonía del primer día, la separación de la luz de las tinieblas. O tal vez el “gloria barroco” que vemos cuando la tarde se inclina sollozando al occidente… Nada que el ojo humano no pueda ver, pero es la mágica mano de Brizzi la que nos lo acerca siempre confiada en su eficacia poética.
Desde el 8 al 31 de mayo en Juncal 848, Ciudad de Buenos Aires
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