Una variada muestra de los distintos caminos en los que se encuentra actualmente una porción de los artistas de nuestro país.
Unas cuantas décadas atrás Paul Valery escribía unas páginas sobre su problema con los museos: los encontraba aburridos, autoritarios, torpes. Veía que allí cada obra exhibida negaba a la otra, cada pintura que se jactaba de su individualidad debía hacerlo aniquilando a su vecina pues para ello habían sido pensadas.
La nueva edición del Salón Municipal de Artes Plásticas, que se exhibe desde el 23 de marzo hasta el 19 de mayo en el Museo Eduardo Sívori, no es ni aburrida ni autoritaria ni mucho menos torpe pero quizás sí se observe en ella una lucha. No ya un combate por el galardón de un premio de jerarquía como el que otorga cada año este Salón sino un combate por la atención de quien recorre las salas del museo: la presencia tajante de las obras premiadas, mencionadas y seleccionadas en las cinco disciplinas ofrece una variada muestra de los distintos caminos en los que se encuentra actualmente una porción de los artistas de nuestro país. Desde la figuración más hiperrealista hasta la abstracción más geométrica el Salón Manuel Belgrano parece ser el modo más democrático y plural de conocer a los artistas que hace décadas trabajan en nuestro país y que por aquel trabajo han merecido un digno reconocimiento.
En Cimarrones Jorge Mansueto, premiado con el primer premio de la categoría de dibujo, parece haber sabido representar el horror que guardan históricamente los ámbitos rurales argentinos y más aún los muertos que esconden sus tierras. Tinta, esgrafiado y grafito son las herramientas de este dibujo que bien recuerda el enlace de Mansueto con la Universidad de Tucumán, aceptando la eterna e ineludible herencia de Lajos Szalay.
Si nos detenemos en el grabado, pensando en su historia y en los procesos en los que se ha visto involucrado antes de convertirse en pura disciplina artística, la obra Indiferente de Roberto Koch es una leal muestra de ambas tradiciones. Por un lado las figuras que revolotean en el fondo violeta podrían ser parte de un trabajo gráfico meramente decorativo y reproducible pero la figura que da la espalda plantea un retrato que se niega como tal enfrentándose ya no al observador sino a aquellos motivos que terminan convirtiéndose en algo similar a sus propios monstruos.
Así, a través de las obras que aquí no hemos mencionado pero que también disputan con sus propias verdades el lugar que han logrado, el Salón Manuel Belgrano es un gran remanso de caos artístico donde nada se organiza por temas o tendencias o estilos o propuestas histórico-curatoriales.
En años donde jurados y participantes parecen ser el comodín más solicitado por el discurso televisivo, todo concurso parece haber perdido ya sus fundamentos estimulantes y divulgativos transformándose en una mera lucha ambiciosa de poder. El salón Manuel Belgrano por hacer caso a sus primeras intenciones, las que lo crearon en 1933, convive con una hermosa contradicción: busca recompensar el arduo y largo trabajo que hace años vienen desarrollando los artistas argentinos, y mientras tanto se ufana por acercar esos trabajos a aquellos observadores contemporáneos que miran estas obras creyendo que el arte argentino es algo que sólo pertenece al pasado o al reconocimiento mediático y espectacular de los museos privados.
Inauguración y entrega de premios: sábado 23 de marzo a las 12 hs.
Grabado, Monocopia y obras premiadas de todas las disciplinas:
23 de marzo al 7 de abril
Dibujo, Escultura y obras premiadas de todas las disciplinas:
13 de abril al 28 de abril
Pintura y Obras premiadas de todas las disciplinas:
4 de mayo al 19 de mayo
Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Av Infanta Isabel 555, CABA.
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