Fotógrafos históricos dialogan con artistas contemporáneos en Ciudad Invisible, un proyecto de Rolf Art bajo la curaduría del artista español, crítico cultural, y activista político, Marcelo Expósito. La exhibición retrata al espacio urbano como reservorio de la experiencia de la modernidad mediante una selección de obras destacadas de 19 artistas latinoamericanos.

El proyecto colectivo está compuesto de diversos soportes, como fotografía, video-instalación, escultura, y performance, que tienen en común el retrato de una ciudad detenida en el tiempo, precaria y decadente.
Marcelo Expósito, exsecretario del Congreso de los Diputados y diputado en las Cortes Generales españolas, expone la crisis ecosocial de la cual las grandes ciudades son el epicentro. Destacan las imágenes de las décadas de 1980-1990 que documentan la transformación urbana llevada a cabo por el neoliberalismo, que Expósito define en el texto curatorial como “el estadio altamente extractivo y mínimamente productivo”. En esta época, la fotografía tomó un papel importante en la expresión de los problemas asociados a un modelo de crecimiento en crisis, en el que la población urbana era obligada a emigrar por el encarecimiento del suelo y los modos de vida. Las mismas obras pueden, y buscan, ser releídas a partir de la ciudad deshabitada por la pandemia por COVID-19, “relacionada con los desajustes medioambientales provocados por la vertiginosa globalización”, en palabras del curador.

¿Qué se propuso exhibir mediante la selección de esos artistas y obras particulares?
La muestra se origina por iniciativa de la galería Rolf, como una recopilación de fotografías de espacios urbanos donde no hubiera presencia humana, conectándose por lo tanto con el imaginario global que se ha generado recientemente como consecuencia del vaciamiento de nuestras ciudades por la cuarentena. El mérito de la galería es haber logrado construir una gran constelación histórica, que alcanza desde nombres importantes de la modernidad artística y fotográfica argentina hasta otros relevantes en el campo del arte contemporáneo latinoamericano. Hay que subrayar este mérito, porque se trata precisamente de una galería de arte y no de una institución museográfica.
¿En qué sentido afirma que las ciudades son un «palimpsesto de la modernidad»?
Porque las metrópolis son la quintaesencia de la modernización capitalista, su epítome. En nuestras ciudades posmodernas se acumulan las capas históricas de lo que la modernidad ha tenido tanto de proyecto emancipatorio universal como de abuso sobre los sujetos subalternos o aceleración de los ritmos destructivos del desarrollismo. Criticar la insostenibilidad de las grandes ciudades, el peligro que representa el actual modo de vida metropolitano para el conjunto de la vida sobre el planeta es correcto; pero reconsiderarlo requiere aplicar una radiografía que muestre la complejidad histórica que nuestras ciudades encarnan, porque es así: toda esa historia ambivalente de la modernidad toma cuerpo y se puede hacer legible en Buenos Aires, París, Barcelona o Berlín. Esta idea no es menor si hablamos de arte, y más en particular de fotografía, porque la historia del arte moderno y de vanguardia está indisociablemente ligada a la historia de los imaginarios metropolitanos.

Ciudad Invisible usa la fotografía como autorretrato de la fotografía misma. ¿Puede desarrollar esta idea?
Me gusta afirmar que, cuando el cine o la fotografía modernas retrataban la ciudad, en realidad se retrataban a sí mismas buscando comprender su propia identidad como medios de producción de imágenes, y buscando su función como sistemas de representación social. No es lo mismo que la cámara, en los años 20, enfocara hacia una vaca, un árbol, una fábrica o un automóvil, por ponerlo de manera sencilla.
La cámara es un ingenio mecánico gemelo de la cadena de montaje o de los medios de transporte locomotor. Pero fíjate en este detalle: la cámara podía filmarlo todo, absolutamente todo menos a sí misma. Era un punto ciego para su propia pulsión universalista de mostrarlo todo. El modelo de narración cinematográfica clásico se construyó en torno a la invisibilidad de la cámara: tú tenías que estar sentada en la sala de cine sin pensar que hubo una máquina que filmó lo que se proyectaba delante de ti. Esto, que supuso una ventaja para el cine que surgió de Hollywood, constituyó un problema cuando se trataba de explorar el papel que los medios fotomecánicos de producción y reproducción de imágenes cumplían en la construcción de un imaginario metropolitano. A mí me parece que la fotografía y el cine afrontan este problema técnico mirándose en las ciudades —y en las infinitas mecánicas que la ciudad moderna contenía: el movimiento repetitivo, la serialización, las velocidades nunca antes alcanzadas por ningún ser vivo, la experiencia del shock sensorial, las arquitecturas funcionales, etc.— como si fuera un espejo en el que reflejarse, una hermana gemela mayor con la que identificarse o un dispositivo del cual también la fotografía o el cine formaban parte en igualdad de condiciones con los puentes levadizos mecánicos o la maquinaria de los puertos industriales. Yo creo que, además, mostrar en la pantalla o congelar en imágenes fijas la mecánica de la ciudad era una manera de plantearle al espectador o espectadora lo siguiente: no puedo mostrarme directamente porque soy un punto ciego para mi visión que se considera omnipotente, pero, como deseo darte a conocer mi naturaleza en lugar de pretender ser invisible, te hago observar con detalle a través mío cómo funciona la metrópolis alrededor tuyo.
¿Hay algún artista u obra en particular que represente más precisamente el concepto de Ciudad Invisible?
A mí me parece que las concepciones que la exposición contiene no surgen de la suma de cada obra por separado, sino de la puesta en común. No se trata tanto si una fotografía representa adecuadamente la idea de ciudad invisible o latente o potencial, sino de cómo el conjunto de los trabajos produce ese efecto de sentido. Hay exposiciones colectivas que se organizan a partir de la suma de sus contenidos. Son buenas exposiciones si logran recopilar una colección de obras que tienen calidad individualmente, pero a mí me interesan más las muestras que se construyen como un ensayo, de tal manera que sus contenidos por separado han de ser buenos, claro está; pero que producen su sentido a través de la puesta en común, mediante la posibilidad que tú tienes de leer unas obras a través de otras. Este tipo de muestras-ensayo son buenas cuando no hay en ellas ningún elemento que se pueda considerar menor: un trabajo modesto en escala o el esbozo de un proyecto inacabado cumple una función equivalente en importancia a otra obra de gran envergadura, porque se trata justamente de producir sentido conectando unos elementos a través de los otros. Yo creo que Ciudad invisible es una muestra de este segundo tipo.

La obra de José Alejandro Restrepo, Caballero de la Fe, ¿sugiere la esperanza de un porvenir ecosocial distinto? Es claro que la exhibición documenta hechos históricos vinculados al presente, pero ¿está latente también la idea de un futuro alternativo?
El caballero de la fe es una obra bellísima y al mismo tiempo inquietante. Yo la encuentro etimológicamente terrible, porque exige una contemplación intensa que acaba produciendo un temblor emocional. No he pensado antes si apunta al futuro. De hacerlo, sería a la manera en que Walter Benjamin interpretaba el Angelus Novus de Paul Klee, como la representación de un sujeto que, al mismo tiempo que se ve arrastrado hacia el futuro por el viento del progreso, vuelve la cabeza para contemplar aterrado lo que el progreso deja detrás: un paisaje destruido. No estoy seguro de si el hombre que alimenta a las palomas mientras detrás suyo se comete una de las mayores masacres políticas de la historia del siglo pasado en Latinoamérica es un inconsciente o un iluminado. En cualquier caso, parece que la obra plantea el reto de mirar esa catástrofe a través del punto de vista, no de ninguno de sus participantes, sino de ese sujeto que primero nos parece tranquilo, confiado, y después parece más bien estar desubicado. ¿Qué futuro se puede construir a través de esa mirada hacia atrás, tan ambivalente y aterradora?
No creo que la obra exprese una alternativa para el futuro, sino más bien la obligación que tenemos de no dejar de mirar hacia atrás pero siempre ampliando el campo de visión, si es que queremos avanzar al futuro con mejores garantías.

El proyecto colectivo, de entrada libre y gratuita, está integrado por por Grete Stern (1904 – 1999),
Horacio Coppola (1906 – 2012), Humberto Rivas (1937 – 2009), Marcelo Brodsky (b.1954), Narcisa Hirsch (b.1928), RES (b.1957), Roberto Riverti (b.1954), Carlos Trilnick (1957 – 2020), Juan Travnik (b.1950), Jose Alejandro Restrepo, (b. 1959), Facundo de Zuviría (b.1954), Marcos López (b. 1958), Santiago Porter (b.1971), Andrés Denegri (b.1975), Francisco Medail (b.1991), Andrés Durán(b.1974), Martín Carrizo (b.1983), Sofía Durrieu (b.1980) & Luciana Lamothe (b.1975).
La muestra puede visitarse de lunes a viernes, de 12 a 18 horas hasta el 3 de septiembre en Esmeralda 1352.
Para más información visitar Rolf Art, CIUDAD INVISIBLE.